Mi vida en un instante @enlapeineta

Esto que cuento podría ser nuestra historia.

Suena el teléfono, 5:48 de la mañana. Otra bomba va hacer explosión.

Nos conocimos hace mucho tiempo, tú me adorabas, y aunque lo mío no fue amor a primera vista, acabé enamorada hasta las trancas. Y todo pasó como debía de pasar.

Un día de noviembre, las puertas del tren se cerraron, y a partir de entonces olvidamos como medir el tiempo y jugamos con la distancia. Crecimos juntos, y fueron tantos años, que me parece haber perdido la cuenta.

Acabas de irte a trabajar, y como cada mañana me he despertado contigo.

– “Ten cuidado” te digo, y me has dado un beso.

Sabes todo de mí, sabías. Hasta el único secreto que guardo y que he sido incapaz de compartir con nadie más. Eras mi mejor amigo, y algunas veces, cuando levanto la mirada estás ahí. Eras mi cómplice, mi ángel de la guarda.

Nunca nos faltaron los abrazos.  Hubo miles de lágrimas que secaste con la ternura de tus manos. Nos divertimos, claro que lo hicimos. Sorteamos juntos infinidad de tormentas.

Cada noche esperaba despierta a que llegases de trabajar. Y por el invierno, te metieras en la cama de aquella manera tan tuya, dejándome helada de frío cuando me abrazabas, sin decir una sola palabra. Una noche más de vuelta a casa.

Es 25 de julio, cientos de peregrinos haciendo el camino de Santiago, y esa mochila, colocada en un punto por el que van a pasar. No hay mucho tiempo para coordinar a los efectivos, asique la patrulla que entra a las seis, llega para hacer lo posible ante lo inevitable.

Tenemos planes de futuro y una vida entera por delante. Dos niñas preciosas, y a pesar de los años, caminamos juntos cogidos de la mano.

Me dices que me quieres, y yo, pregunto cuanto- “Mucho”, me dices, y cuánto es mucho, pregunto? – “Muchísimo”

El movimiento en el patio del cuartel, el ruido de los walkies, gente corriendo por las escaleras, las sirenas…me he levantado.

Y explota. Y la sensación es la misma que con las cuatro anteriores…

Vacaciones de verano, y llevamos a las niñas con los abuelos, como cada año. Llevamos lejos de casa tantos destinos, que es la única manera de poder salir a cenar, o ir al cine.

Desconozco si fue más fuerte el estruendo o el miedo que sentí en ese momento. Te llamo por teléfono, esperando escuchar tu voz al otro lado. Es imposible.

Tenemos planes, odias la playa, y sin embargo has reservado las vacaciones pensando en mí.

Caos, confusión, ruido. Y me siento perdida.

– “Tranquila, no hay víctimas mortales”.

Han pasado 20 años desde que nos conocimos, y sigues llamando cada mañana, cuando te levantas. Y vuelves a decirme que me quieres. Y mis compañeras me preguntan el secreto, porque dicen que según la ciencia el enamoramiento es algo pasajero, que no dura más de tres años. Pobres infelices, que sabrán del amor…

Y la espera se hace eterna…

De repente llega el coche patrulla, y de él salen dos hombres valientes, con el uniforme cubierto de polvo blanco. Con las manos ensangrentadas, con los pantalones hechos jirones, con los bolsillos de la camisa colgando, con la mirada perdida. Nunca olvidaré esa mirada.

Y tú y yo estamos al margen de las estadísticas, y de los porcentajes. Y el secreto es que no hay secreto. Y el primero que se despierta regala al otro el primer pensamiento del día.

Me doy la vuelta, y te veo dormido. Aún a oscuras sé distinguir tu silueta. Respirando tranquilo. Con ese olor tan familiar, tan tuyo, tan mío.

A partir de entonces todo cambia, el amor de mi vida desaparece, y de la suya desaparece el amor, la vida y la ilusión. Paso de tener dos hijas a tener tres, y el tercero es el más rebelde.

Y empieza una vida cualquiera, que no es la mía. Las noches en vela, las pesadillas. El silencio. Y pasamos de comernos a besos en el pasillo a ser compañeros de piso, de Erasmus, donde no hablamos el mismo idioma.

Yo quiero matar esos silencios incómodos que se han instalado entre nosotros.

Un día cualquiera a las 11 de la noche:

-Hora de irse a dormir, otra vez tendrá otra excusa. No tendrá sueño, no podrá dormir, no le apetecerá, “voy enseguida, que termino de ver el capítulo”

-Un beso de buenas noches. Otra noche más por separado

Esa bomba, que fue infinitamente más pequeña que el resto de las anteriores, puso mi vida patas arriba.

-Quince minutos antes de que suene mi alarma llega a la cama, sin hacer ruido. Sabiendo de sobra que tengo que levantarme.

“Aún la sigo queriendo. Me la cruzo por el pasillo y es inevitable rozarla, hacerle un gesto, sin embargo pasa de mi”

Psiquiatras, psicólogos, y no cambia nada. Pastillas para tratar la ansiedad, y la depresión, y empieza la caída libre.

-Llave en la cerradura, y a cada lado de la puerta un suspiro, a ver que me encuentro ahora…

En ocasiones se pasa semanas encerrado en una habitación, sin dirigirnos la palabra. Se ha olvidado que tras esa puerta tiene una vida; dos ojos, verde aceituna y rizos de oro, que no reconoce a su padre, y dos marrones enormes, que no entiende que ha hecho mal.

Pasé de ser cómplice y tu mente me convirtió en un enemigo

Dejamos de pasear cogidos de la mano. Te encierras con el ordenador, y me encierro en una cárcel que se llama habitación. Y la chica de la eterna sonrisa, tiene que hacer esfuerzos titánicos para salir de casa y fingir que todo está bien.

– “Quiero escaparme de aquí, su energía y positivismo me tocan los cojones”

– “Llego a casa cansada. Y solo encuentro malas caras, malas contestaciones, reproches, desinterés y silencio. Un silencio que hace más daño que cualquier impacto de bala”

– “No sé qué me pasa, no puedo salir de esta habitación. La detesto. Su sola presencia me molesta. No la soporto. Todo el día pendiente de lo que me pasa. Ocúpate de tus putos asuntos y déjame en paz”

– “Me muero porque abandones ese encierro y me abraces, y me preguntes que tal estoy”

Entonces llegan las medallas, los diplomas, los reconocimientos. Y a mí, no me sirven de nada.

Las niñas crecen y después de muchos (d)años, reúno el valor suficiente como para tomar la decisión. Algunos pensaréis que fue la más egoísta, creo que fue las más difícil y generosa hacia su persona.

Cinco años infinitos, en los que solo podía sacar la cabeza para respirar, y volver al fondo contigo.

Y por fin pude cortar aquella cuerda, y dejarte (me) libre para respirar. Para salir a la orilla. Y tener la mano preparada por si en algún momento llegabas al fondo y cogías el impuso suficiente para salir.

Tengo un cuadro con dos medallas y una placa que me recuerdan lo que significa la lealtad, la mía. Y todos los años en una fecha concreta se cae, y se hace pedazos. Y cada año compro un marco nuevo, para recordarme a mi misma que nunca se abandona a un compañero caído. Que el amor, puede ser injusto, sin embargo perdona. Y cuando eres capaz de hacer eso, puedes ver las cosas desde otra perspectiva.

Él fue uno de los agentes que volvió a casa. Al menos su cuerpo. Su mente y su alma se perdieron en algún lugar, y no han vuelto desde entonces.

Hay cicatrices que nos recuerdan lugares a los que no queremos volver, y sin embargo, cuando se cierran y las acaricias con cariño son capaces de llevarte a un lugar donde los sueños eran una realidad.

Aquí sigo, en la orilla. Por si consigues salir, que encuentres una cara amiga. Porque nos conocimos como hacía la gente antes. Porque aunque se haya terminado, el amor no supone ningún esfuerzo, sino que es lo más sencillo del mundo.

Por cierto, los ojos verdes aceituna han cumplido 28, y los marrones enormes han sido 7 veces campeones de salto de obstáculos y están estudiando veterinaria. Son perfectas, y han aprendido lo más difícil de todo, a querer sin juzgar a nadie, a respetar y ser unas personas excelentes. Solo por eso volvería a montarme en aquel tren.

Y yo, ya me conoces, sigo con la estúpida esperanza de encontrar el amor de mi segunda vida.

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