Ahí está, mirando la maleta abierta como un escritor sin inspiración mira una hoja en blanco, con frustración pero a la vez con esperanza.
Le sigue faltando ese empuje que le haga meter cuatro trapos para salir huyendo de esta vida que no le llena, que nada le aporta, donde ya no encaja.
Se terminó amoldando y acomodando a esa rutina capaz de matar cualquier ilusión, y todas las ganas, con bostezos como balas disparadas al corazón de sus sueños.
Se levanta sin ánimo, siguiendo mecánicamente las costumbres diarias y de vez en cuando levanta la mirada, dejando volar la imaginación hacia ese horizonte lejano donde antes estaba. Allí donde le gustaría volver a estar…
El amor, ese que antes le hacía sentir una superheroína fuerte e invencible, con ganas de salvar el mundo, se ha esfumado. Nota que lo que sienten por ella ya no es amor sino tan sólo una dependencia donde ya no quedan palabras, ni de cariño, ni de odio y las pocas que hay las interpreta como órdenes que para no terminar sintiéndose culpable, acata sin entusiasmo.
Nota que su vida, esa en la que se sentía como en un traje hecho a medida, ahora no le sienta bien, le aprieta por todos lados. No encaja dentro de sus costuras. Y así van pasando los días , los años, mirando esa página en blanco en forma de maleta abierta y vacía que sigue esperando esa inspiración, ese último empujón para llenarla. Un pequeño terremoto que la remueva por dentro y le regale la fuerza suficiente para decir: ¡Basta! ¡Coño, ya basta!
Es hora de llenar esta puta maleta.
@emedemont
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