Dibujando un mañana

¿Y si todo por lo que luchamos en estos días pierde todo su valor en un futuro?
¿Valdrá de algo tanta batalla perdida, tanta sangre derramada, tantas pérdidas?
¿Se valorará de manera justa la lucha encarnizada que nos ciega a todos en estos días?
No recuerdo dónde o a quién escuché decir que la historia siempre la escribe
el vencedor y claro… ¿quiénes serán los vencedores en esta cruenta matanza?

Hoy salí del Club bien temprano, apenas el sol empezaba a asomar por el horizonte. Caballete bajo el brazo y jubón con tela, mis tres botes de pintura casi vacíos y tres carboncillos liados en un papel de estraza.
Hace frío ya, el invierno ocupa todos los campos de alrededor y aún abriendo paso el sol en un cielo limpio de nubes el frío se mete entre las capas de ropa, haciendo castañear los dientes.

Hace días que no dejo de pensar en los días que vendrán,  en la importancia del bando ganador, en la responsabilidad de los que gobiernen, llegado el momento, para sacarnos a todos de esta espiral de angustia y miedo.

En el Club se empieza a palpar la tensión en el ambiente y aunque Santos lleva a rajatabla la norma de dejar luchas e ideales en la puerta antes de entrar, es inevitable sentir la crispación de todo el que llega.

El librero lleva un mes sin aparecer y eso también me tiene un poco angustiada, quizá haya pasado a mejor vida, quizá le pilló alguna contienda en alguno de los caminos que recorre desde hace años… Echo de menos sus historias, sus anécdotas del viaje, mirar los tesoros que consigue encontrar para traernos al club, libros, que en estos tiempos que corren son aún más dificiles de conseguir.

He llegado al punto desde donde quería observar el pueblo. Estoy en lo alto de la loma conocida por el nombre de «cabeza mulas» sonrío, supongo que al ver la empinada ladera que recorre el camino las mulas decidirán al unísono ponerse cabezonas y no dar ni un paso más.

Acomodo el caballete, monto la tela, y antes de empezar a trazar las primeras líneas me paro a mirar cómo ha cambiado este último año la orografía del pueblo. Hay casas derruidas, montes pequeños completamente despojados de matorral y madera, llanos de cultivo destrozados por el paso de milicias, hasta el curso del pequeño riachuelo que lo atraviesa parece haberse alejado del caos que reina en la población mudando su curso un poco más al este.

¿Qué pasará en cinco años?¿Y en diez? ¿Prosperará esta zona olvidada? ¿Se convertirá en un sitio dónde poder venir a veranear?

Ante anoche soñé que habían construido casas de cristal y hierro muy, muy altas, casi desafiando al cielo con su altura, y que la gente se arremolinaba pegada a esos cristales para ver el exterior, fue un sueño extraño que me hizo despertar de golpe. Sintiendo esa opresión en el pecho que sólo sienten los que están privados de libertad.

Ya brilla el sol sobre mi cabeza, es hora de empezar a dibujar un futuro mejor, desde aquí, desde esta atalaya de esperanza en la que me he situado a mí misma.

¿Quién puede asegurarme que seguiré viva mañana?

Manos a la obra, Xalam, que se hace tarde y se te va la mañana soñando.

Xalam.

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