Estaciones

¿Por qué la dejé en aquella estación, si solo era un día más… un ocaso como otro cualquiera?

Tengo desde entonces la mente partida. No sé si existe. En tiempos de guerra no es fácil mantener un eje, un principio o una creencia, porque todo cambia a un ritmo endiablado.

Ahora, en la barra del club, tengo al lado a Xalam. Me cuenta algunos de sus temores y sus sospechas, a media voz y bajo la tenue luz de la lámpara de queroseno, mientras Lou limpia las copas con su natural desenvoltura.

—¿Me estás escuchando, Garbo? Es grave.

Apuro una última calada al cigarrillo.

—¿Qué hacemos?
—Esperar, Xalam.
—¿Qué? ¿Cómo puedes ser siempre tan pasivo?

No sé si existe. Unos le llaman «providencia»; otros, «azar»; algunos, «destino; muchos, «dios». Yo no sé dónde se mete, si existe, cuando todo es horror alrededor. No sé por qué parece que nos deja tan solos.

La miro. Percibo la gravedad en su rostro, la división, el miedo y los temblores en los cimientos de nuestro club y nuestro país tal y como lo conocíamos. En el fondo, no soy ajeno a todo ello aunque procure parecerlo. En todo caso, percibo que nuestras miradas cambian a lo largo de las estaciones.

Xalam espera mi respuesta, clavando como dagas en mí sus ojos profundos: una mirada que pocos hombres pueden sostener, y yo no soy una excepción. No sé bien qué respuesta puedo darle, así que le otorgo la única que brota movida por el alcohol.

—¿Cómo, dices? ¿que cómo puedo esperar pasivamente, Xalam? Porque una vez tuve que dejarla, bien lo sabes, en aquella estación.

Ella completa mi respuesta.

—Ya lo sé: confiando no sé muy bien en qué.

Garbo

Estación del olvido

¿Qué me queda por buscar? El único mapa que tuve fue su piel. Acorralado en sus ojos, convencido por sus labios. Las huellas de mis dedos forman parte de unas fotografías amarillentas, mías. Sólo mías. Me engaño al decirme que sólo yo las tengo. La cabeza no funciona a la misma velocidad que el pecho. No se puede poner freno cuando nadie quiere pararse en una carretera de exaltaciones. Y cuando aparecía sólo podía acelerar.

Una nueva foto, otra más, que añadiré a las colgadas en una pared tan desvencijada como yo. Su cara aparece cuarteada por el paso de la ausencia, la que nos empeñamos en romper. Le regalo una sonrisa, no queremos olvidarnos. ¿Acaso podríamos? Mira hacia un lado, ausente, tentando, llamando. Sus ojos, su mirada. No puedo ignorarlo como el silbido de un tren que pasa de largo por una estación de conmociones. Yo siempre me apearé en su mirada, como el vagabundo de paso que he sido de su vida. Tentación, olvido, es fácil elegir cuál prefieres que te mate.

Mata_Hari

Cruce de vías

Lo entiendo aunque a veces desearía no hacerlo, entiendo su mirada perdida, su desidia, esa tristeza vestida de gris que enmarca toda su figura. Creo que Garbo murió en aquel instante en el que tuvo que despedirse de ella.

Me gustaría ser capaz de abrazarlo y calmar sus temores, prometerle que todo pasará, que vendrá alguien mejor que eclipsará lo que perdió, pero él no es idiota y yo no sé mentir.

Cuando se ama, se ama para siempre, ese amor no muere ni por distancia, ni por ausencia, ni por olvido. Perdura, habita dentro de nuestra piel y de vez en cuando se remueve descolocándonos al hacerlo estómago y tripas.

No existe tortura más feroz que la de un alma enamorada. Puedes dormir junto a otros cuerpos, compartir orgasmos, risas, fiestas, viajes, pero de repente un acorde de una canción, un atardecer en la playa, un mal día en el trabajo y de nuevo ese pellizco interno y letal que te recuerda ese amor, esa ausencia, ese deseo…

Quisiera poder explicarle a Garbo que con el tiempo aprendes a vivir con ello. Como cuando se muere un ser querido, aprendes a vivir aunque no olvides esa pena, aunque permanezca siempre ese hueco vacío dentro de ti. Y de alguna manera es alivio que lo que ahora te devora a todas horas llegue a ser tan sólo una dentellada de vez en cuando.

Hoy creo que no es el día para hablar sobre esto, no es un hombre que invite al abrazo espontáneo como Aforador. Garbo es más reservado, siempre mantiene cierta distancia conmigo que aún no logro entender del todo.

Le palmeo suavemente tras el hombro y me bajo del taburete, mejor no llenarle la cabeza con mis problemas, mejor dejarlo en ese cruce de vías que lo mantiene ensimismado.

Llegará el momento de despejar dudas y de resolver enigmas, pero no será hoy, Xalam, no será hoy.

Xalam.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar